Saidan. Caballo de Troya 3 by J. J. Benítez

Saidan. Caballo de Troya 3 by J. J. Benítez

autor:J. J. Benítez [J. J. Benítez]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788408004646
editor: Editorial Planeta
publicado: 2012-02-02T00:00:00+00:00


Bien mirado, la carrera en pos de Juan Zebedeo también tuvo su lado bueno. Me permitió abandonar Saidan más rápidamente de lo calculado y, por añadidura, situarme al corriente de la presencia, entre los íntimos, del pequeño Juan Marcos. No tenía muy claro cómo, pero debía actuar. Era menester que pusiera en marcha una estratagema lo suficientemente clara y redonda como para disipar los recelos y las insinuaciones que acababa de oír. En el fondo, aquella inesperada situación nos serviría de lección. Caballo de Troya había subestimado a los supuestamente «primitivos» e «incultos» hombres del siglo I. Algo se me ocurriría.

Poco antes de las 18 horas, sin el menor tropiezo, avisté el puente sobre el río Korazín. Eliseo se alegró al oír mi voz. Los cálculos eran correctos. Sin carga, y a buen paso, el camino de Saidan a Kefar Nahum podía cubrirse en poco más de una hora, reduciendo la primera caminata en unos veinte minutos.

Aboné el obligado «peaje» (dos leptas, equivalentes a un cuarto de as; es decir, pura calderilla) al funcionario de la aduana, y siguiendo la calzada, rodeé la ciudad por su cara norte hasta alcanzar el camino que ascendía hacia la colina sobre la que se asentaba el módulo. Restaban unos minutos para el ocaso y, después de prevenir a mi hermano, opté por seguir unos pasos más —hasta el extremo sur del promontorio—, evitando así la senda que había utilizado en la bajada y que, como dije, se bifurcaba a una milla de Nahum. No era prudente que me vieran tomar el caminillo del cementerio. A unos cien metros del lugar donde había coincidido con Jonás, el todavía supuesto monte de las Bienaventuranzas quedaba seccionado en su ladera sur por la vía Maris. Aquél era uno de los pasos más angostos de la costa norte. A la izquierda de la calzada, el terreno se precipitaba materialmente sobre las aguas, formando un inclinado talud de 20 o 30 metros. El precipicio me serviría de referencia en los sucesivos retornos a la «base-madre». Desde allí, falda arriba, la nave se hallaba a 600 pies. La ruta, a partir de aquel punto, se alejaba un poco del litoral, dibujando un amplio arco que bordeaba las chozas y el «complejo hidráulico» de Tabja. En aquel momento reparé en un acueducto de unos dos metros de alzada, semicamuflado por la vegetación, que arrancaba de la zona de los molinos, en «las siete fuentes», perdiéndose entre el roqueo de la costa, en dirección a Nahum. A la mañana siguiente comprobaría que se trataba de una de las más importantes conducciones de agua potable que abastecía a la «ciudad de Jesús». Disponía aún de un cierto margen de luz y, pensando en paliar la fallida adquisición de víveres, creí oportuno acercarme al poblado que tenía a la vista. Con toda seguridad, los vecinos de Tabja podrían suministrarme agua y algunas provisiones. Eliseo no lo creyó oportuno, pero, en contra de su voluntad, salvé los 300 metros que me separaban de las chozas.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.